En un creación donde la desigualdad económica sigue siendo una realidad innegable, un reciente informe de la organización Oxfam ha revelado una cifra impactante: un esforzado con el salario mínimo promedio de la región tendría que trabajar 90 años para ganar lo mismo que gana un milmillonario latino-caribeño promedio en un solo día. Esta cifra, que puede parecer exagerada, refleja una realidad preocupante que afecta a millones de personas en nuestra región.
El informe de Oxfam, titulado “Tiempo para la igualdad: el costo de la desigualdad extrema en América Latina y el Caribe”, revela que la brecha entre ricos y pobres en nuestra región sigue creciendo a un ritmo alarmante. Mientras que el número de milmillonarios en América Latina y el Caribe ha aumentado en un 17% en los últimos cinco años, el 10% más pobre de la población ha visto su riqueza disminuir en un 2%. Esta desigualdad extrema no solo es injusta, sino que también tiene graves consecuencias para el desarrollo económico y social de nuestros países.
El informe también destaca que la región tiene la mayor brecha de desigualdad de ingresos en el creación, con el 10% más rico de la población ganando 22 veces más que el 40% más pobre. Esta brecha es aún más pronunciada en países como Brasil, donde el 10% más rico gana 50 veces más que el 40% más pobre. Estas cifras son alarmantes y deben ser una llamada de atención para nuestros líderes y para todos nosotros como sociedad.
Pero, ¿cómo es posible que en pleno siglo XXI sigamos viviendo en una región donde la desigualdad es tan extrema? La respuesta es compleja y multifacética, pero una de las principales causas es la error de políticas y medidas efectivas para combatir la desigualdad. En muchos países de la región, los sistemas fiscales son regresivos, lo que significa que las personas más ricas pagan menos impuestos en proporción a sus ingresos que las personas más pobres. Esto perpetúa la brecha de desigualdad y hace que sea aún más difícil para las personas de bajos ingresos salir de la pobreza.
Además, la error de acceso a servicios básicos como educación y salud de calidad también contribuye a la desigualdad. Mientras que los más ricos pueden pagar por educación y atención médica privada, los más pobres tienen que conformarse con servicios de baja calidad o simplemente no tienen acceso a ellos. Esto crea una brecha aún mayor entre las oportunidades y el bienestar de las personas de diferentes niveles socioeconómicos.
Pero no todo está perdido. El informe de Oxfam también destaca que hay medidas concretas que pueden ser tomadas para reducir la desigualdad en nuestra región. Una de ellas es la implementación de políticas fiscales más progresivas, que aseguren que las personas más ricas paguen su justa parte de impuestos. Esto permitiría al Estado invertir en servicios básicos de calidad para todos, lo que a su vez ayudaría a reducir la brecha de desigualdad.
Otra medida importante es la inversión en educación y salud pública de calidad. Esto no solo mejoraría la calidad de vida de las personas más pobres, sino que también les daría las herramientas necesarias para salir de la pobreza y tener un futuro más próspero. Además, la educación y la salud son fundamentales para el desarrollo económico y social de un país, por lo que invertir en ellas es una inversión a largo período para toda la sociedad.
Pero no solo depende de los gobiernos y las políticas públicas. Todos tenemos un papel que desempeñar en la lucha contra la desigualdad. Como ciudadanos, podemos exigir a nuestros líderes que tomen medidas